lunes, 12 de diciembre de 2011

DD.HH

por Leo Vandenbosch
Inmigrantes, destruyendo mitos

Gloria tiene 13 años, nació en Bolivia y el año pasado fue
abanderada de la escuela EP26, “Brigadier Juan Martín de
Pueyrredón” del bajo de San Isidro, con un promedio de 9,95.

Vive con su familia en una pequeña casilla de chapa a metros del puerto de San Isidro, en su casa el principal desafío diario es que no falte la comida y el dinero para pagar el “alquiler” de la precaria vivienda, donde su cama es a la vez su mesa de estudio y de alimentación.
Esta niña, que ayuda a su madre en el hogar y en la alfabetización, tiene pensado seguir cursando hasta llegar a la universidad, con el objetivo de hacer la licenciatura en Ciencias Políticas.
Por el color de su piel o por los rasgos indígenas de su rostro, a veces, recibe comentarios hirientes en su barrio, o en alguna discusión adolescente, frente a lo cual mantiene estoicamente su sonrisa y la parsimonia de quién se sabe seguro de sus actos.
Maruja su Madre, que trabaja en casas de familia por horas, cree que en nuestro país encontrará mejores condiciones para el futuro de sus hijos y que con la educación ellos “podrán acceder a un mejor porvenir”.
Las migraciones se producen mayoritariamente por la necesidad de acceder a condiciones mejores de vida, los mismos motivos que habrán tenido los inmigrantes rusos, polacos, árabes, en especial españoles e italianos, cuando a fines del siglo XIX duplicaron la población nativa en Buenos Aires.
Ya en aquellos años se consideraba que dicha corriente migratoria no era “la mejor”, entonces resulta lógico que hoy se repita el mismo discurso
frente a los nuevos migrantes, ya que todas las sociedades constituyen relatos de rechazo a la llegada de un “otro” extraño.
La migración no va a cualquier lugar, va donde se den condiciones de trabajo por demanda insatisfecha de la oferta local de mano de obra, compatibilidad de idiomas o bien donde haya algún conocido que ayude al desembarco.
En todas las sociedades se oyen voces que adjudican al extranjero la pérdida de fuentes de trabajo, aunque la realidad indica otra cosa. Los argentinos y otros “sudacas” realizan tareas de servicios en España ocupando el rubro que otros no quieren ocupar; por eso en nuestro país la demanda de trabajadores para el sector domestico o de la construcción es abastecida por los países limítrofes.
Desde que la ola migratoria europea se amesetó a mediados del siglo XX se ha mantenido un flujo migratorio de los países limítrofes cercano al 3% del total de la población argentina.
El cambio operado en la economía argentina en los años 90, con una mayor presencia del sector servicios, hizo mucho más visible a los inmigrantes de países limítrofes que antes se orientaban a la economía agraria en tiempos de cosecha y ahora ante la demanda de mano de obra en el sector servicios, se afincan en la ciudad de Bs. As y alrededores. Esto es más que lógico teniendo en cuenta que en el gran Buenos Aires se afinca el 40% de la población total nacional.
Contra la opinión de aquellos que desprecian a los inmigrantes de los países limítrofes como “inferiores”, Gloria representa un claro ejemplo de esfuerzo y mérito por superarse, valores que acompañan en el destierro a millones de personas que día a día migran de sus países con el objetivo de superarse.
Todo un palo para quiénes creen que el color de la piel, la nacionalidad o el idioma
determinan a las personas, un aprendizaje que nunca debemos olvidar cuando hablamos
de inmigrantes.